lunes, 19 de junio de 2017

Yo fui una adolescente que no lloraba.




Yo fui una adolescente que no lloraba. No me mire así, no se deje engañar por estos ojos inundados de tristeza, sigo siendo la misma, solo que ahora lloro mucho. Quizás solo sean esas lágrimas que acumulé cuando pensaba que llorar era una debilidad. Hay que ser tan valiente para derramar lágrimas, para reconocer los errores y que salgan del cuerpo en forma de agua salada. Como mares desobedientes, u obedientes , según del lado de la luna que se los mire.
¿Si tenía tristezas? Si, miles, calladas y dispuestas a salir cada noche a atormentarme. Había juntado una a una, ninguna lograba escapar a esta memoria tan astuta e inquebrantable. Intenté todo para hacerla declinar sus armas, pero no está dispuesta a dejarse convencer. Ella es así, desde que tengo memoria.

Ahora soy una mujer, casi cincuenta, y lloro. Lloro las discusiones, los embates del destino, las malas decisiones,  las enfermedades de mis hijos,  las muertes de cuerpos, de almas, de ideales y de esperanzas. Lloro los problemas con solución o sin ella. Lloro las noches oscuras y los días de sol. Lloro las muertes de todos los bandos. Lloro los golpes que dan manos, palos, o abogados de doble apellido. Lloro porque no puedo dejar de llorar. Lloro para ver si con un poco de agua puedo ver las soluciones a los problemas cotidianos que a veces se me escapan entre las manos. Quizás, de tanto llorar, sea una anciana sin lágrimas que lea al sol en el banco de una plaza o con los pies en un océano inmenso que reemplace las lágrimas.  No me pida que no llore, se que es difícil ver a otro llorar sin contagiarse, casi como un bostezo, o una gripe invernal. Pero no se preocupe, llorar no es tan malo, solo tiene mala prensa. Llorar limpia, oxigena, descomprime y a la larga uno para de llorar. Yo por ejemplo, me seco las lágrimas, limpio mis mocos, me arremango y vuelvo a la lucha. Así que no se preocupe, déjeme un ratito más derramar penas, para que se vayan todas de una vez y pueda volver a sonreír. Déjeme un ratito más y le prometo que no se va a arrepentir.