lunes, 30 de enero de 2012

Tormentas






Me gusta observar las tormentas en el instante anterior a que comience a llover. Se siente un cambio en el viento, el cielo esta completamente invadido de infinidad de grises y azules. Y uno siente esa certeza de que pronto comenzará a llover. En esos minutos que pasan lentos desde que asoma  la primera nube gris, hasta que todo se cubre con textura y forma y comienza a caer agua a mi me gusta sacar fotos. Busco ángulos, mido la luz, amo como se enloquece el fotómetro y el auto foco tratando de entender ese cielo en movimiento. Hay un instante en el que todo se detiene, no hay viento solo un profundo silencio. Los pájaros ya están a cubierto, la gente está en sus casas, el sol se resigno a no ser visto y yo sigo disparándole a ese cielo a punto de caer. Entonces el viento se desata y las gotas comienzan a bajar inquietas. Tapo la cámara, corro algunos pasos y me siento satisfecha. Una vez más ese cielo plomizo cumplió con cada gota que prometió. Nada más frustrante que una tormenta que pasa de largo. Al fin y al cabo en algo hay que creer. Y yo creo, entre otras cosas,  en las tormentas de verano.

sábado, 28 de enero de 2012

Señales




Hay señales inequívocas del que el tiempo pasa. Yo me he dedicado en estos años a una verdadera, y evidente acumulación desmedida de kilos y años. Con solo mirarme uno puede darse cuenta que tengo 42 años, nunca use cremas y comí lo suficiente como para poder acumular más de 15 kilos adicionales a los que me tocaban según cualquier estadística actual. Por esto es que considero que he cumplido a rajatabla lo que se esperaba de mi. Al fin y al cabo sumar años y kilos no es para cualquiera. También sume un extraordinario anecdotario de sucesos por demás variados que despejan cualquier duda de mi estadía por estos tiempos revueltos de tanto ligth y palabras escritas en infinidad de paginas imaginarias con cursores que titilan sin parar. Todas necesitamos alguna vez, sentarnos a escuchar/leer que pasa mas allá de nuestra piel y nuestros dedos aunque más no sea para el consuelo de no sentirse tan solas. Acá estoy entonces, dispuesta a decirte y escucharte con la misma intensidad.

Buenamoza










“Yo no soy Buenamoza” decía una canción y sentenciaba que las buenasmozas se echaban a perder. Quizás por eso o por el famoso cuento del patito feo, empece a creer que un día me levantaría y sería hermosa. Rubia de ojos celestes y piel blanca digna de princesa. Pero no, no sucedió así. Hoy con pila de años de terapia y esoterismo encima puedo pensar que el universo solo me concedió lo que quería. “Yo no soy buenamoza ni lo quiero ser porque las buenasmozas se echan a perder” Igualmente cada mañana me levanto y recorro sin respirar la distancia que me separa del espejo para ver si por fin se produjo el cambio que espero. Quizás una mañana suceda y confirme que si las buenasmozas se echan a perder lo único que nos queda a las que no lo somos es echarnos a ganar.