Me gusta observar las tormentas en el instante anterior a que comience a llover. Se siente un cambio en el viento, el cielo esta completamente invadido de infinidad de grises y azules. Y uno siente esa certeza de que pronto comenzará a llover. En esos minutos que pasan lentos desde que asoma la primera nube gris, hasta que todo se cubre con textura y forma y comienza a caer agua a mi me gusta sacar fotos. Busco ángulos, mido la luz, amo como se enloquece el fotómetro y el auto foco tratando de entender ese cielo en movimiento. Hay un instante en el que todo se detiene, no hay viento solo un profundo silencio. Los pájaros ya están a cubierto, la gente está en sus casas, el sol se resigno a no ser visto y yo sigo disparándole a ese cielo a punto de caer. Entonces el viento se desata y las gotas comienzan a bajar inquietas. Tapo la cámara, corro algunos pasos y me siento satisfecha. Una vez más ese cielo plomizo cumplió con cada gota que prometió. Nada más frustrante que una tormenta que pasa de largo. Al fin y al cabo en algo hay que creer. Y yo creo, entre otras cosas, en las tormentas de verano.
"Yo no soy buenamoza, ni lo quiero ser, porque las buenamozas, se echan a perder" Elección o resignación para el caso es lo mismo. Somos lo que somos o no somos nada, somos lo que comemos, soy lo que soy, somos todas iguales, somos inescrutables, inoperantes, in...pero Somos...somos muchas y somos cada vez más...
lunes, 30 de enero de 2012
sábado, 28 de enero de 2012
Señales
Hay señales inequívocas del que el tiempo pasa. Yo me he dedicado en estos años a una verdadera, y evidente acumulación desmedida de kilos y años. Con solo mirarme uno puede darse cuenta que tengo 42 años, nunca use cremas y comí lo suficiente como para poder acumular más de 15 kilos adicionales a los que me tocaban según cualquier estadística actual. Por esto es que considero que he cumplido a rajatabla lo que se esperaba de mi. Al fin y al cabo sumar años y kilos no es para cualquiera. También sume un extraordinario anecdotario de sucesos por demás variados que despejan cualquier duda de mi estadía por estos tiempos revueltos de tanto ligth y palabras escritas en infinidad de paginas imaginarias con cursores que titilan sin parar. Todas necesitamos alguna vez, sentarnos a escuchar/leer que pasa mas allá de nuestra piel y nuestros dedos aunque más no sea para el consuelo de no sentirse tan solas. Acá estoy entonces, dispuesta a decirte y escucharte con la misma intensidad.
Buenamoza
“Yo no soy Buenamoza” decía una canción y sentenciaba que las buenasmozas se echaban a perder. Quizás por eso o por el famoso cuento del patito feo, empece a creer que un día me levantaría y sería hermosa. Rubia de ojos celestes y piel blanca digna de princesa. Pero no, no sucedió así. Hoy con pila de años de terapia y esoterismo encima puedo pensar que el universo solo me concedió lo que quería. “Yo no soy buenamoza ni lo quiero ser porque las buenasmozas se echan a perder” Igualmente cada mañana me levanto y recorro sin respirar la distancia que me separa del espejo para ver si por fin se produjo el cambio que espero. Quizás una mañana suceda y confirme que si las buenasmozas se echan a perder lo único que nos queda a las que no lo somos es echarnos a ganar.
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