lunes, 30 de enero de 2012

Tormentas






Me gusta observar las tormentas en el instante anterior a que comience a llover. Se siente un cambio en el viento, el cielo esta completamente invadido de infinidad de grises y azules. Y uno siente esa certeza de que pronto comenzará a llover. En esos minutos que pasan lentos desde que asoma  la primera nube gris, hasta que todo se cubre con textura y forma y comienza a caer agua a mi me gusta sacar fotos. Busco ángulos, mido la luz, amo como se enloquece el fotómetro y el auto foco tratando de entender ese cielo en movimiento. Hay un instante en el que todo se detiene, no hay viento solo un profundo silencio. Los pájaros ya están a cubierto, la gente está en sus casas, el sol se resigno a no ser visto y yo sigo disparándole a ese cielo a punto de caer. Entonces el viento se desata y las gotas comienzan a bajar inquietas. Tapo la cámara, corro algunos pasos y me siento satisfecha. Una vez más ese cielo plomizo cumplió con cada gota que prometió. Nada más frustrante que una tormenta que pasa de largo. Al fin y al cabo en algo hay que creer. Y yo creo, entre otras cosas,  en las tormentas de verano.

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