sábado, 25 de febrero de 2012

Desalojo



De chiquita, como todo patito feo que se precie, tenía esta fantasía de la princesa atrapada y el príncipe liberador. Aunque debo aclarar que en mi caso no era azul porque me gustaba más el violeta. Y como era “mío” nadie tenia porque objetar su masculinidad por el color de su vestimenta. Cerca de casa, en Villa Pueyrredón, en una calle de veredas finitas, encontré un día el castillo de mi princesa. En un jardin, en medio de un pasto verde y parejo, allí estaba. Era bellísimo y tenia una luz encendida día y noche que uno podía vislumbrar por la puerta y las pequeñas ventanas. Más de un sueño protagonice entre esas paredes. Amaba ir a verlo aunque estaba más allá de los limites permitidos a la hora de salir a caminar. Una tarde ya viviendo en otro barrio pasé y ya no estaba. Volví a casa de mi mamá y le pregunte por mi castillo a lo que contesto: “No me acuerdo de ningún castillo, dejame pensar. Lo único que había era una réplica de la basílica de Luján con una virgen  dentro”.  Tremenda desilusión, ¿Como que mi princesa era una virgen y mi castillo una Iglesia?? Años después, me decido a reivindicar mis sueños y en está puesta de escena imaginaría, pongo a mi indefensa princesa manos a la obra y se produce por fin el desalojo de la virgen que ya sabrá a donde ira a parar...

martes, 14 de febrero de 2012

Buenos Aires





Los que hemos nacido en ciudades densamente pobladas sabemos bien, que cualquier descuido te lleva inevitablemente a una historia que contar. De encuentros, desencuentros, policiales, de amor, miles de historias a punto de ocurrir. Buenos Aires, la ciudad donde nací, vivo y sobrevivo no es la excepción. Basta el esfuerzo de andar 10 cuadras y seguramente nos llevaremos de semejante caminata, algo que perdurara en el recuerdo. ¿Será por eso que hay tanto tránsito? ¿Evitaremos conscientemente caminar para no ser arrastrados por un sinnúmero de posibles anécdotas que nos sumen memoria que podríamos usar para almacenar tanto megabytes? No lo se a ciencia cierta. Pero como ando necesitando algo que contar, voy a levantarme lentamente y a echarme a andar escuchando. 

jueves, 9 de febrero de 2012

Luna




Certezas. Me he pasado lo que va de mi vida buscándolas, tratando de adivinar donde se esconden y me he aferrado a una como preferida. La luna. Que hasta en sus ausencias es exacta. Amo encontrarla de improviso. Por eso le escapo a los almanaques que pretenden encasillar nuestra juego de escondidas eterna. Se me ocurre tan femenina como compañera. Ella es sin lugar a duda donde recurro cuando todo lo demás falla. Encontrarla recorriendo el cielo, en ese perpetuo movimiento a nuestro alrededor  es casi el acto más egoísta que me permito y me regalo. Amo su capacidad de ser la misma y mostrarse diferente. Esa analogía que se presenta al variar su brillo simplemente por el ángulo en que ese sol tan estático y luminoso se decide a mirarla.
Él es el astro rey, sin embargo a la hora de llorar, de cantar, de prometer, de compartir es ella la que cómplice nos alumbra en las oscuras horas de la noche. Es Ella, es mujer, es bella y escurridiza. Por eso quizás o simplemente por que si, es que en esta noche intento atraparla en mi lente y ella se niega. Porque no le interesa la perpetuidad. Simplemente se regocija en ser contemplada coqueta y misteriosa por una noche más.

martes, 7 de febrero de 2012

Liebig




Una tarde hace un tiempo ya, atravesé un camino de ripio. Justo donde ese camino se convirtió en calle  encontré uno de mis tantos posibles futuros.
Era un pueblo pequeño en el cual se adivinaba que la ecuación casas-gente era distinta a la por mi aprendida.
Un viejo frigorífico  le dio la palmada inicial y lo pobló hasta cerrar sus puertas y dejarlo a merced de su suerte. Allí llegué en camino a otros lados como debe ser.
Circulé lento por sus calles. La poca gente que crucé  llevaba su tranquilidad a cuestas al amparo de una siesta calurosa. En una esquina encontré la certeza de que allí podría  yo morir. Verde abundante y parejas compartiendo canas me dieron la sensación de que ahí el juego era esquivar a la parca un ratito más. 
Me gusta jugar con mis posibles futuros. Verlos, palparlos, sentirlos reales con un indudable punto de comunión. En todos me veo munida a un libro, abrazada a él, sostenida por una historia apasionante penetrando mis ojos, dándome vida.
Si, creo con firme convicción, que si me toca llegar a la vejez, me dejaré sostener por un libro en una tarde de sol. Pasada la siesta y esperando la noche sin apuro alguno con el pleno disfrute del momento en el que estoy y quizás, tan solo quizás en Liebig será.

domingo, 5 de febrero de 2012

La fidelidad de la radio a pilas y la pava analógica




Y una noche, sin previo aviso, la luz nos abandono...
Algo que incluía cables pelados, cortocircuitos con chispas incluidas a una altura considerable nos dejo al amparo de las velas. La primera sensación en casa ante la falta de luz no es la oscuridad, sino el silencio. No hay cargadores, coolers, clickeos ni teclados. Solo un profundo silencio es el primero que acusa la ausencia de luz.
20 horas después ya no quedan velas sin abrir. La radio a pilas cobra otra dimensión  subiendo sus acciones en la cotización hogareña.
Por la mañana mi vida corrió peligro cuando me enfrente a la posibilidad de quedarme sin mate. Busque y rescate del olvido la vieja pavita de aluminio descartada con la llegada de la eléctrica. Es cierto, es analógica y dependiente, un mate podría convertirse en té en un instante de distracción. Sin embargo tanto ella como la radio a pilas, hoy, son quienes sostienen el humor en una tarde lluviosa.

miércoles, 1 de febrero de 2012

Bikini




Este año en la playa no hice más que disfrutar de la sensación de ver panzas y celulitis a diestra y siniestra. Envidie profundamente a todas y cada una de las que portaban con orgullo sus bikinis recién adquiridas y de a poco iban borrando las huellas de unas enterizas que dejaron en la valija sin más ni más. Yo por mi parte no pude, debo confesar que lo intente, pero no pude. Entonces me convertí en la ridícula que tenia la enteriza cosa que no hacia más que sembrar una duda incomoda en mis compañeras de playa. ¿Porque me importa tanto lo que piense esta gente que no volveré a ver en mi vida? ¿Acaso debería admitir que el “problema” lo tengo yo? Y si, el año próximo quizás me atreva. Van mis disculpas en esta tarde  calurosa a todas aquellas que me vieron tapadita y pensaron: Tarada sacate eso! El año próximo quizás